jueves, 24 de julio de 2014

Solve et coagula

Dirán muchos de mis amigos, no me cabe duda, que tengo una cierta propensión a la heterodoxia. Me opongo a ciertas posturas estrictas,  que sostenidas en  las ciencias ordenan exclusiones de causas y de efectos aunque existan indicios para considerar que ambos obran o existen. Por ejemplo en la homeopatía o en la radiestesia. Personas de solvencia intelectual afirman que ambas disciplinas funcionan aunque la ortodoxia niegue sus efectos. Al respecto es estéril toda suerte de discusión, cuando el contrincante es un cientifista, que confunde los  fundamentos del rigor y de la ciencia con la estrechez. Así el conocimiento no progresa, se embarra.
Algo parecido ocurre con la alquimia. Me interesó siempre la alquimia, no solo por su historia de remotos orígenes o por sus praxis de retortas humeantes y libros oscuros, me interesó por sus símbolos, por sus paradigmas, y sobre todo por sus inequívocas señales de sabiduría. Solve et coagula, disuelve y cristaliza, o sea, perfecciona, esta es la divisa que bien pudiera servir para sintetizar el qué y el cómo de tan singular arte. A estas alturas de mi vida ni la Piedra de los Filósofos, ni el Disolvente Universal de toda materia habida, me parecen tonterías aunque habría que añadir -a mi parecer- alguna consideración de carácter formal e intrínseco para poder elevar el discurso a paradigma de arte, que quiere decir de metáfora, pues todo arte grande debe revelar sus causas, sus métodos y sus intenciones -si está bien constituido y es sólido- de forma explícita, metafórica y simbólica.
 Hoy por el camino hemos hablado de muchas cosas: de alquimia, de ciencia, de piedras, de metales, de tinturas, mixturas y de plantas. Mis amigos -que me creen en muchas cosas más capaz de lo que soy-  dicen  que mi conversación les agrada, así que me proponen un tema, y a partir de allí saben que no les defraudaré en el intento de explicar alguna cuestión o historia paralela o tangente al mismo. Pero de alquimia en un bosque de laureles no había hablado nunca. No nos hemos dormido en los laureles, expresión que intuyo --por lo agradable de la sombra que produce el laurel- que bien podría tratarse de una aseveración relativa al deseo de permanecer allá donde estos árboles están y dormir, ajeno a las glorias o a las victorias de otrora. Nuestra laurisilva es frondosa, fragante y muy verde, nada común. Es como un crisol que destila alcanfor verde.
 Ha sido bonito conversar de símbolos y de metales entre árboles cuyas raíces van más allá de la tierra áspera que vemos, y que traspasándola,  llegan a la tierra cargada de elementos y de agua. Recreando el universo alquímico hoy ha obrado una suerte de transmutación, de lo mundano a lo eterno, del hombre al universo, del polvo a la esperanza.
Me agrada la idea de los alquimistas relativa a la transformación, a la mejora, a la perfección.También me agrada la soberanía del laurel cuya corona es emblema de autoridad y de victoriosa espada.
 Cuando dejemos de existir, cuando muramos, nuestro ser será tierra, esto es sabido, y con fortuna será un laurel quien nos redima de la aridez de la arena para volver a ser tallos, que den  testimonio de que renacer es una forma de permanecer, una lucha entre la conciencia y la nada, como entre los oros alquímicos y sus laureles y la esterilidad del mundo.


3 comentarios:

  1. Las posturas estrictas normalmente no son positivas, salvo en casos muy específicos si las exigiera.

    ¿Todo arte Grande debe estar bajo la metáfora y el simbolismo?, pues entonces no estaría al alcance de todos, ¿ No?, no sé si intento comprenderte, David.


    ¿Todo Arte Grande debe estar expuesto a todos los ojos o sólo a ciertos ojos?, ¿ quíenes enseñan esas artes grandes?, ¿ quedan todavía expertos en ellas?, yo no entiendo, no comprendería, supongo que las cosas están a nuestra vista y no las llegamos ni a percibir por no entenderlas.


    Seguro que eres capaz de explicarles a tus amigos tantas enseñanzas y con gran maestría, ya lo haces a través de este blog, viajamos contigo por muchos lugares y saberes, además de sentires, nos proporciona colores, olores, sintonías. Gracias por ello.


    No entiendo de alquimia, pero sí la transmutación de lo normal a lo divino, un tanto sí puede comprender, sobre todo a través de la música, me eleva a otros lugares sin moverme del sitio donde me encuentro.


    Magistral: " Recreando el universo alquímico hoy ha obrado una suerte de transmutación, de lo mundano a lo eterno, del hombre al universo, del polvo a la esperanza.".


    La alquimia trata entonces ¿ de la transformación en positivo o corre sus propios riesgos ?, supongo que no tiene límites, no sé David, en parte sin saber, me asusta en cierta forma lo de la alquimia, supongo que será también una tontería mía.

    ¡Que preciosidad de final, tan emblemático! : " que den testimonio de que renacer es una forma de permanecer, una lucha entre la conciencia y la nada, como entre los oros alquímicos y sus laureles y la esterilidad del mundo.". Me gusta la palabra Renacer, el laurel es simbolo cátaro, los buenos hombres..." El laurel reverdecerá", ¡ lástima que no quedara nada de ellos!.


    Felicitaciones David por tanta Maestría en tus escritos y Sabiduría, comprendo que la Enseñanza tal como está te decepcionara, se nota que tu pasión por la Enseñanza, profesión a valorar muchísimo, la tienes.


    Saludos Cordiales. Teresa.

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    1. Me parece Teresa que la grandeza del Arte verdadero es que permite a cada cual proyectarse y sugerir lo que alcanza. No es que sea restrictivo, es que nuestro límite nos condiciona. Lo que para mí es certeza por metáfora para otro puede ser inequívoco. Wilde decía que todo arte es a la vez superfície y símbolo. Esta es la idea que intenté reflejar.
      Gracias por tus afectuosas palabras.

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    2. Gracias a tí por dejármelo más claro, es verdad, nosotros tenemos nuestros propios límites, pero al mismo tiempo el Arte es inalcanzable y próximo a la vez, de ahí su maravilla.

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